La cresta de la ola
Cuando parece que la cresta de la ola se hace eterna, un magnetismo inercico imanta mi centro hacia lo profundo de los mares, donde lo adepto al cambio salpimienta mis días con sus profundidades. Aunque intente respirar aire fresco, de mi cuerpo comienzan a crecer aletas y escamas, por lo que mi margen de acción queda supeditado a navegar a favor o en contra de la corriente. En el devenir de la entrega, la corriente se exaspera y en un pestañeo mis ojos se asoman a la superficie, donde la brisa marina roza mi piel salada y en un sutil despegue, me encuentro danzando entre las nubes.